jueves, 6 de marzo de 2014

Sabriye, la luz del Tibet

Una joven invidente alemana, Sabriye Tenberken, llegó al Tibet en 1997 para ayudar a los niños ciegos tibetanos, los cuales eran marginados por la "sabia" cultura del Tibet. A pesar de que todas las administraciones gubernamentales y ONGs  le negaron todo tipo de fondos de ayuda, el proyecto de la joven alemana se convirtió en un rotundo éxito.

Los padres tibetanos de niños ciegos se sienten avergonzados por haber engendrado niños ciegos; un triste e indigno sentimiento que la cultura tibetana transmite a sus niños. En la cultura tradicional y religiosa del Tibet, la ceguera está considerada como un símbolo negativo del Karma, un castigo por supuestos malos actos cometidos por alguien en alguna supuesta vida anterior. 

Incluso una gran parte de la población tibetana cree que los invidentes están poseídos por demonios, razón por la que esconden con vergüenza a los niños ciegos, sin proporcionarles, además, ningún tipo de educación.

Sabriye Tenberken nació en 1970 en Morenhoven, un pueblo cercano a la ciudad alemana de Bohn. Debido a una extraña enfermedad, quedó ciega cuando tenía 12 años.

Cuando Sabriye acabó su formación, concibió la idea de dedicarse a lo más ansiaba, la ayuda al desarrollo y superación de otras personas necesitadas. No existía escritura ni educación para ciegos tibetanos, por lo que su empeño parecía una misión imposible. Lejos de desanimarse, prosiguió con su proyecto. 

Sabriye llegó al Tibet en 1997, sola, sin ningún guía que le acompañase, sin reservas de hotel ni recomendación o contacto alguno de ninguna persona de aquella remota región.


Junto a una tibetana, Tenberken recorría a caballo todas las aldeas de la región, cercanas a la ciudad de Lhasa, en busca de niños invidentes a los que poder socorrer. Y cuando lograba dar con ellos, esta singular maestra del Tibet pudo comprobar las pésimas condiciones en las que vivían.  

En algunas ocasiones, Sabriye pudo descubrir con horror y tristeza que las familias mantenían a los niños ciegos ocultos en algún recobeco de la casa o atados a las camas. Estos pobres pequeños del Tibet vivían unas tristes vidas en oscuridad, vergüenza y horror.


Entonces la maestra ciega intentaba convencer a los padres y familiares de la necesidad de que los niños acudieran a la Escuela. Otro paso a dar, igual de importante, era hablar con las autoridades para que aceptaran el proyecto educativo de la joven maestra. Había que superar una serie de trabas burocráticas, que miraban con recelo y desconfianza, tanto desde instancias alemanas como en las instituciones tibetanas. 


 La falta total de subvenciones empezó a debilitar el proyecto de Sabriye, y la joven alemana, desanimada por el nulo caso y apoyo que recibía, a punto estuvo de abandonar, pero entonces decidió crear una fundación en su propia villa de nacimiento, en la que se apuntaron familiares, amigos, miembros, conocidos, etc..., que con sus aportaciones aseguraban el mantenimiento de la Escuela.

En la Escuela de Sabriye los niños tibetanos aprenden a leer y escribir en braille, tibetano, chino e inglés, matemáticas, y otras materias, formación profesional como fisioterapia, música, etc.. El centro cuenta también con una fábrica de quesos y una granja para campesinos invidentes.


Paralelamente otra fuente de ingresos le llegó a la profesora alemana a través de la publicación de su libro titulado " Mi camino me lleva al Tibet" de Ediciones Maeba, que ha vendido más de 80.000 ejemplares en todo el mundo. El proyecto de Tenberken actualmente se está extendiendo por Mongolia e India, y otros países, a través de una organización fundada por Sabriye llamada "Braille sin fronteras".

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